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10 feb 2011

Análisis: Atmósferas y localizaciones del cine de terror


Por Gonzalo Gala
España

"La trampa del mal", la última película producida por M. Night Shyamalan, evoca a aquellos escenarios en los que se presiente la esencia del terror. La sensación de aislamiento, claustrofobia y hermetismo, junto a la presencia del ascensor, que confiere actualidad, aparecen como sus señas de identidad de un género. 

Así, la atmósfera, la íntima frontera entre la cotidianidad y la esencia tenebrosa de toda representación del horror, se convierte en ese espacio físico de todas estas historias.

La productora británica Hammer pobló sus películas de castillos encaramados a unos abismos, junto a una ambientación para reforzar la historia gótica. Aparecían las noches de tormenta, las apariciones o las manifestaciones violentas de la naturaleza (el oleaje golpeando los peñascos) y los lugares inhóspitos (las entrañas de una cripta, el bosque).

Bienvenidos a Shutter Island

Otra analogía se encuentra entre estos lugares malditos y la "isla", como lugar hermético y desconectado de la realidad. Estos escenarios se convierten en islas físicas o mentales, e incluso mundos oníricos como los sueños creados por aquel hombre del saco que era Freddy Krueger. Estos planteamientos estéticos superaban el límite de los clichés temáticos, dotándoles en ocasiones de identidad a la trama. Así aparecen atmósferas venosas y recargadas, pueblos semiabandonados con sus calles sucias y casas malditas. Pueblos perpetuamente encapotados por cenizas, en los que se asoman un espacio onírico y sobrenatural como el de "Silent Hill" o autopistas de una sola dirección, pobladas de tétricos moteles ("Psicosis"). En otras ocasiones, es la cotidianidad que se rompe de una manera brutal, atávica y primitiva.

Habitaciones de hotel: espeluznantes y con aire amenazador

Este es uno de los destinos idóneos del género. Anoten este número de habitación, la 1408, pero eviten alojarse en ella sino quieren correr el fatal destino de todos los huéspedes que han pasado por allí.

Muchas historias han sabido exprimir el carácter laberíntico o claustrofóbico de sus localizaciones, ya sea por los pasillos de un gran hotel o una habitación hermética. De Stephen King era el relato que tenía por título el número de una habitación, con un sangriento fantasma y una inquietante película a cargo de Mikael Hallström.

En definitiva, es el proceso de conocimiento de los personajes sobre el entorno. Esta experiencia los transforma, su modo de comportamiento y actitud ante la realidad que los rodea. Una vibración de desasosiego que suele acompañar los escenarios malditos, en los que se aprecia la presencia del terror.

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