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14 may 2012

"Milo" (1998): No, gracias

Por Alejandro Ramírez Flores
México

Hay tantas formas de atacar a "Milo" (1998) y la multitud de errores que lleva a cuestas que hasta me da pena hacerlo. Es que la película tiene, a pesar de todo, una buena fotografía y la musicalización está a la par de ésta. Pero cómo no hacerlo cuando el resto de la cinta marcha como si pasara por un campo minado y con una puntería infortunada de pisar cada uno de los explosivos.

"Recuerda que Jason y Freddy también fueron niños una vez", reza el slogan promocional de "Milo". Sí, lo recuerdo -uno se ahogó y el otro fue parido por una monja ultrajada en un manicomio con el consabido estigma-, pero ninguno de los dos famosos personajes ochenteros me hizo llevarme la mano a la frente y mover la cabeza en señal de desaprobación tantas veces en todas sus cintas, como el púber Milo lo hizo en una sola.

Claire (Jennifer Jostyn de "House of 1000 Corpses"), una joven maestra sustituta, regresa a su pueblo natal, luego de una prolongada ausencia, para estar presente en la boda de una de sus mejores amigas de la infancia. ¿Y por qué Claire se fue de ahí hace tanto tiempo? Porque el pequeño Milo quiso imitar a su padre, un médico especialista, practicando cirugía con una de las amigas de esta joven. Así que el prospecto de acudir a las nupcias de su amiga será oscurecido por una siniestra sombra del pasado.

Sí, es una premisa que suena bien, pero lo malo es que hasta ahí llega, se queda en sonar bien. La ejecución es pobre y carente de sentido en la suma de sus partes. Aunque se quisiera dejar de lado el hecho de que hay más hoyos en el argumento que en una diana usada para tiro al blanco, con todo y eso no es posible salvar el largometraje con buenas intenciones.

Ni la intervención de Vincent Schiavelli ("Lord of illusiones"), difunto pero reconocido actor de carácter, interprentando al padre del maníaco, logra poner a flote a este Titanic fílmico que se va a pique.

"Pero es que no puede estar tan mala", dirán muchos que lean esta crítica. Así lo pensé yo también cuando me decidí a ver esta trabajo dirigido por Pascal Franchot, con guión de Craig Mitchell ("Highwaymen"). Aquí les dejo dos pequeñas joyas para muestra: Nunca supe en qué año estaba situado el filme porque cuando Claire y sus amigas son niñas todo da la impresión de estar ambientado en los sesentas o inicio de los setentas. Pero si ella se fue por más de quince años, entonces en el tiempo presente se debería estar a finales de los ochentas, pero en realidad es 1998. Y sigo sin explicarme cómo es que Kelso, el conserje (Antonio Fargas de "Firestarter"), ha mantenido su trabajo por tanto tiempo, si aún está escrito lo que Claire rayó abajo del bebedero hace casi veinte años.

No es que pida la perfección, si he visto a Gary Busey encarnar a una galleta de jengibre asesina. Lo malo e improvisado no me asusta cuando sé de antemano que eso es precisamente lo que veré; lo que me desagrada es el engaño al que el espectador es sometido cuando cree que verá algo y al final se siente decepcionado.

Con todas éstas y otras muchas quejas que no mencionaré para no arruinarles la cinta (¿se puede más?), aparte de lo mencionado al inicio de esta reseña, ¿hay algo que me haya me agrado de "Milo"? Sí lo hay: el que de lejos en el póster o carátula el temible Milo se asemeje a un "jawa", uno de esos enanitos encapuchados de ojos brillantes de la hexalogía de George Lucas, los que se dedicaban a reciclar y revender androides. Hasta casi me parece escucharlo decir: ¡Utiniii!

Trivia para los fans de una reciente película sobre un desequilibrada mental metida a bailarina de ballet: ¿Pueden encontrar aquí a Mila Kunis en sus años mozos? Milo y Mila, quién lo diría...

Título original: "Milo". País y año: Estados Unidos, 1998. Director: Pascal Franchot. Guión de: Craig Mitchell. Elenco: Jennifer Jostyn, Antonio Fargas, Paula Cale, Richard Portnow y otros.

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