Por Juan Andrés Oliva
Argentina
Cada año que avanza, el público se encuentra más y más con un subgénero que se ha estado explotando mucho por ser barato y muy redituable: "el remake" (rehacer algo, en este caso, una película). Se ha vuelto costumbre que las productoras desempolven aquellos filmes que en su momento les han dado cierto rédito para rehacerlas, guardando la idea principal, pero con estilos totalmente nuevos y utilizando (en la mayoría de veces de mala manera) los avances tecnológicos que hacen posible llevar al CGI a niveles insospechados.
El problema de lo mencionado es que los productos que se vieron en la última década no cumplieron las expectativas y en la mayoría de casos dañaron a la película/saga original. El cine de terror, dentro del subgénero remake, pasó a ser más un cine "teen" (sin desprestigiar) que un terror real, fin último de cualquier película de horror medianamente bien montada; así se han visto remakes regulares, malos y muy malos, en los que abusan a diestra y siniestra de las drogas y del sexo, por el simple hecho de que los protagonistas son adolescentes.